viernes, 13 de junio de 2008

"LOS DERECHOS DE LOS JOVENES"


Mis queridos amigos:


Entre 1860 y 1861, el Oratorio de Don Bosco en Valdocco había sido objeto de alguna inspección desagradable. Para salir al encuentro de las dificultades, Don Bosco escribe los “Apuntes históricos del Oratorio de San Francisco de Sales” (1862), pensando utilizar estas reflexiones como instrumento para una correcta información sobre su obra. En estas pocas páginas, expresa con mucha claridad cómo piensa Valdocco y la realidad que se vive en la casa después de muchos años de experiencia con los jóvenes más abandonados y en peligro de Turín y del Piamonte. Escribe:


“La idea de los Oratorios nace de la visita a las cárceles de esta ciudad. En estos lugares de miseria espiritual y temporal se encontraban muchos jóvenes, de ingenio despierto, de corazón bueno (…) estaban allí encerrados, envenenados, hechos el oprobio de la sociedad (…) En el Oratorio, poco a poco se les hacía experimentar la dignidad de ser hombres; que la persona es razonable y debe procurarse el pan de la vida con honestas fatigas y no con el robo”.

Don Bosco nos expresa con mucha sencillez cual es el origen de su obra y las intuiciones que la sostienen. Es la mirada inicial y penetrante del educador-pastor que descubre la realidad de los jóvenes y no se pierde en lamentos ni contemplaciones. Con brazos arremangados, Juan comienza su trabajo con los pies en la tierra y respondiendo a las dificultades de los muchachos que en aquel Turín de la revolución industrial eran carne de cañón de la nueva sociedad emergente.

Como en todo tiempo, el corazón de los que respiramos en salesiano, debe cultivar una especial sensibilidad por los jóvenes más excluidos. No podemos olvidar nunca que la obra salesiana nace de una mirada aguda y penetrante sobre la realidad juvenil. El Oratorio surge de un latido compasivo (en el sentido más literal del término) hacia aquellos a los que la vida, la historia y la sociedad les han arrancado la dignidad de ser hombres.

Las palabras de Don Bosco, “se les hacía experimentar la dignidad de ser hombre”, indican bien a las claras una de sus maneras de entender su propuesta educativa. Es tarea y compromiso del educador salesiano hacer sentir a los jóvenes la profunda dignidad del ser humano. Ser persona es coger las riendas de la vida y ser dueño del propio futuro; experimentar la libertad que nos hace más humanos y abre espacios interiores de fidelidad a uno mismo y de lealtad para con los demás.

Detrás de la expresión “la dignidad de ser hombre”, se encierra lo más noble del compromiso educativo de Don Bosco. Pan material y vestido que libre del frío; estudios y formación, capacitación profesional e inserción laboral… pero sobre todo educar para que los jóvenes descubran horizontes para la propia vida que dé sentido a lo que son y les ayude a ser más persona. Educar en salesiano también es, pues, el afecto y el calor de la amistad, la sonrisa franca y abierta de la acogida, la incondicionalidad de querer a las personas así como son, ofrecer a Jesucristo, camino verdad y vida… posibilitar, en definitiva, que los jóvenes crezcan y maduren liberados de cualquier cárcel (abandono, miseria, oscuridad, sin sentido…) y sean protagonistas de su propia vida.

Don Bosco, una vez más, nos recuerda a todos que nuestro primer Oratorio, fue una visita a la cárcel y el empeño por liberar a los jóvenes de injustas prisiones. Ojalá no lo olvidemos.

Vuestro amigo, José Miguel Núñez

miércoles, 4 de junio de 2008

Un secreto de la Providencia

Mis queridos amigos:

Cuando se trataba del bien de sus muchachos, Don Bosco estaba dispuesto a ir adelante hasta la temeridad confiando sólo en la Providencia.

Cuenta Don Francesia, uno de sus jóvenes y de sus primeros colaboradores, que en 1860 Don Bosco decidió comprar la casa aneja al Oratorio, la llamada casa Filippi. Los chicos eran cada vez más numerosos y los espacios se hacían insuficientes para albergarlos a todos. La nueva ampliación permitiría a Don Bosco acoger un buen número de muchachos que se añadirían a los que ya frecuentaban Valdocco.

Su espíritu emprendedor no conocía límites. Pero más asombrosa aún era su capacidad de arriesgar y de confiar en que Dios no lo abandonaría por muy grandes que fueran las nuevas empresas acometidas. Desde la sencillez, pero con certeza, Don Bosco sabía que la Providencia vendría al encuentro de las necesidades cuando de por medio estaba el bien de sus jóvenes.

Se trataba de comprar la casa Filippi, pero… ¿de dónde sacar el dinero para pagarla? Nadie su hubiera arriesgado sin tener una lira en el monedero. Pero para Don Bosco era tan sólo, un “secreto de la Providencia”. Sin una chica en el bolsillo, firmó el contrato.

Una tarde estaba Don Bosco en uno de los dormitorios con los muchachos para bendecirlos con una pequeña cruz cuando llegó a visitarlo un señor que conocía bien la casa y que, ni corto ni perezoso, se adentró hasta el mismo lugar donde se encontraba el santo sacerdote. Como no había ni siquiera una silla donde sentarse, Don Bosco le ofreció un baúl como asiento y en él se “acomodaron” unos instantes para conversar.

  • He sabido que ha comprado usted la casa de al lado… ¡Estupendo! Era necesario porque esto ya se quedaba pequeño. Pero, dígame, ¿cómo piensa pagarla? preguntó el invitado.

  • Hasta ahora, amigo mío, esto es un secreto de la Divina Providencia. Necesito 80.000 liras, contestó Don Bosco.

  • Bueno, pues el secreto se desvela a la mitad en este mismo instante. Cuente con 40.000 liras. Mañana puede pasar por mi casa a recoger el dinero, concluyó el visitante.

Así “negoció” la Providencia en aquella ocasión, sobre un baúl en un sencillo dormitorio de internado. Aquella persona no era ni más ni menos que el Comendador Cotta, un insigne benefactor de Don Bosco que durante mucho tiempo fue expresión de la providencia para el Oratorio y los chicos.

Una vez más, lo extraordinario en lo ordinario; el misterio en la cotidianidad; la acción providente de Dios y la confianza; la temeridad y la caridad pastoral de quien se sabe en las manos amorosas del Padre. Y un Padre nunca se deja ganar en generosidad.

Así, entre lo sencillo y lo sublime se fue escribiendo la historia de Valdocco. Historia de “negocios” con la Providencia y de complicidades que nos desvelan la iniciativa salvífica de Dios y la pasión apostólica del corazón de Don Bosco. Para él, la “caridad pastoral” no entendía ni de cálculos, ni de presupuestos ni de temeridades cuando se trataba de ir adelante por el bien de sus muchachos. Era tan sólo…, eso, un secreto. ¡Fantástico!

Buena semana.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez