jueves, 9 de julio de 2009

"¿TIEMPOS DIFICILES? TIEMPO DE HACER EL BIEN"

Mis queridos amigos:
En el año 1848 Don Bosco trataba por todos los medios de dar estabilidad a la obra emprendida en Valdocco y buscaba – con creatividad – maneras nuevas de acompañar a sus muchachos y ayudarles a crecer y a madurar como personas y como cristianos.
Aunque no faltaban las fuerzas ni la confianza en Dios, sin embargo el día a día no estaba exento de dificultades que hacían muy duro el camino. Así lo describe Don Bosco en las memorias del oratorio:
“Los muchachos, congregándose en varios puntos de la ciudad, en las calles y en las plazas, consideraban lícito cualquier ultraje al sacerdote o a la religión. Yo mismo fui agredido varias veces en casa y en la calle. Cierto día, mientras enseñaba el catecismo, entró una bala de fusil por la ventana; me perforó la sotana, entre el brazo y las costillas, y abrió un gran agujero en la pared. En otra ocasión, un sujeto bastante conocido, a pleno díAñadir imagena y encontrándome en medio de una multitud de niños me agredió con un largo cuchillo en la mano (…) resultaba, pues, muy difícil dominar a tan desenfrenada juventud”.
¡Tiempos difíciles! Dirán muchos a su alrededor. Pero Don Bosco no se arredró y se arremangó la camisa para encontrar alternativas y abrir nuevas perspectivas a sus muchachos. Don Bosco no se lamentó, no tuvo tiempo para quejarse de cómo estaban los jóvenes y lo mal que estaba la sociedad. Con una mirada penetrante sobre la realidad, con gran espíritu de iniciativa y con flexibilidad, con sacrificio y confianza en la Providencia, se puso manos a la obra:
“Apenas se pudo disponer de otras habitaciones, aumentó el número de aprendices artesanos, todos escogidos de entre los más abandonados y en peligro”.
“Apenas se pudo”, señala Don Bosco. Con un fuerte sentido del realismo pero con tenacidad y optimismo fue capaz de plantarle cara a la desolación y ponerse manos a la obra. Les ofreció a los muchachos un hogar, una familia y la posibilidad de crecer como personas. Una empresa de gigantes, una pequeña gota en el océano pero que llenó de sentido la vida del propio Don Bosco y – sobre todo – de sus jóvenes.
Y después vinieron los talleres, y la escuela, y los contratos, y la propuesta evangelizadora y catequética… Don Bosco, en ese mismo año, escogió a un buen grupo de sus mejores muchachos y les ofreció la posibilidad de vivir una experiencia de ejercicios espirituales. ¡Ejercicios espirituales! Parecía de locos. Ejercicios espirituales a aquellos muchachos pobres, abandonados y peligrosos… Muchos debieron pensar que Don Bosco era un ingenuo, que se equivocaba de lleno, que era como dar margaritas a los cerdos. ¡Cómo si los pobres no tuvieran derecho a que se les anuncie el Evangelio de Jesucristo! La experiencia fue tan buena, dice el propio Don Bosco, que a partir de aquel momento se repitió la experiencia cada año. Y de aquel puñado de muchachotes de la primera hora surgieron sus primeros colaboradores. El ambiente en el Oratorio cambió por completo.
¡Tiempos difíciles! No sé si peores o mejores que los nuestros. Pero como Don Bosco, no podemos perder el tiempo en lamentos y con confianza hemos de arremangarnos los brazos para encontrar veredas nuevas por las que anunciar a los jóvenes que Jesucristo es el Señor de la Vida.
Buena semana.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡¡Un saludo amigo!!
Un tema precioso y de gran actualidad.
Como bien dices hay que remangarse y ponerse las pilas a tope.
Los tiempos que nos está tocando vivir lo requieren. Los problemas y las dificultades de los jóvenes siguen siendo acuciantes, tanto de los nuestros, como de los que nos llegan en total abandono.
D.Bosco tenía bien claro lo fundamental en la vida del cristiano. Su amor y entrega sin límites en favor de los débiles y desfavorecidos.
Nosotros como parte de su familia, también debemos seguir remangandos y poniendo todo nuestro trabajo y amor hacia ellos.
Un saludo cordial a todos los que leemos estas meditaciones tan fructíferas. Josefa