jueves, 6 de enero de 2011

A LA INTEMPERIE

Hay quien piensa que nuestra presencia en el mundo es cada vez más irrelevante. No falta quien, incluso desde dentro de la misma Iglesia, desprecia la vida consagrada juzgando superficialmente que su tiempo pasó. Religiosos y religiosas seguimos, sin embargo, en el corazón de la Iglesia fieles al espíritu de nuestros fundadores.

Somos seguidores de Jesucristo hasta las últimas consecuencias. Identificados con el Maestro y enviados por Él a anunciar la buena noticia del amor de Dios, a sanar y liberar, a alentar la esperanza. Hoy como ayer, la vida religiosa quiere ser fuego en las entrañas mismas de la Iglesia, en medio de una sociedad que busca un rescoldo donde abrigar el alma o un poco de luz para iluminar la noche. Somos consagrados por Dios para proclamar el año de gracia del Señor con nuestra vida sencilla, entregada y silenciosa. Aunque a veces el tesoro esté contenido en frágiles vasijas de barro.

Somos hombres y mujeres que sentimos con pasión el latido del Reino oculto en los avatares de la historia. En ella, miles y miles de nuestros hermanos y hermanas ponen rostro al samaritano del evangelio, sin dar rodeos, curando con el aceite de la entrega gratuita, pagando con la vida cabalgadura y posada a los apaleados al borde del camino.

Contemplativos y en el corazón del mundo, los consagrados y consagradas amamos profundamente la Iglesia. En ella somos y vivimos nuestra alianza con el Señor. Fieles al Magisterio, fieles al Papa, fieles a la comunidad cristiana.

Hoy, como muchos cristianos en occidente, vivimos a la intemperie nuestra fe. Y hace frio. Algunos nos culpabilizan y nos auguran un pronto final. Bien nos gustaría experimentar el calor de nuestros hermanos y el aliento fraterno que sostiene en los momentos de zozobra y confusión. Hemos de reconocer errores. Hay cosas que cambiar. Pero necesitamos la fuerza eclesial para afrontar dificultades e impulsar la renovación que nuestros institutos han acometido con ilusión y esperanza.

El Espíritu sigue soplando con fuerza haciendo nuevas todas las cosas. También la vida religiosa. Confiamos en Dios que precede y acompaña. Y que seguirá suscitando en su Iglesia hombres y mujeres consagrados para ser signos elocuentes de su presencia y portadores de su amor en medio del mundo.

1 comentario:

josefa dijo...

Gracias por la profunda invitación.Nos interpelas a ser consecuente y seguir confiando, orando y agradeciendo vuestra entrega.
Ser bien nacido , es ser agradecidos, reconocer la gran labor que realizáis por las personas, sin poner fronteras, viendo en todos y cada uno de nosotros a Cristo.
Soy consciente que en todo tenemos mucho que mejorar, pero no solo en la vida consagrada, también laical. Sabiendo que todos nos equivocamos, cometemos fallos, ya que la humanidad es así, pero Dios nos asiste.
Vuestra entrega, es siempre una bendición de Dios.

¡¡ No pasa un solo día en que no ruegue al Dueño de la Mies, que nos siga enviando buenos y santos operarios!! Que contéis con nuestras oraciones y gradecimiento.

Mi deseo es que este nuevo año sea de muchas vocaciones. ¡¡Jesús nunca nos deja solos!!

Un saludo cordial amigo Pepe. Josefa