lunes, 16 de enero de 2012

Para los jóvenes en peligro

A finales de 1852, como casi siempre, Don Bosco tiene que apretarse el cinturón para poder seguir adelante con su obra. El número creciente de chicos en Valdocco, la atención a los otros dos oratorios que ha asumido en la ciudad y - sobre todo – la construcción de la Iglesia de San Francisco de Sales le hacen verdaderamente difícil sostener económicamente la obra.

el mes de noviembre son enviadas desde Valdocco cartas destinadas a personas influyentes y con posibilidades. Son un grito, una mano extendida, casi como una tabla de salvación ante circunstancias cada vez más complicadas que obstaculizan las intenciones de Don Bosco. En ellas, el santo sacerdote da cuenta con claridad de la relevancia de su proyecto y del desarrollo que va adquiriendo en esta década la incipiente obra de los oratorios. El 8 de noviembre escribe al alcalde de Turín, Giorgio Bellono:

“Sobrecogido por los sentimientos de la más viva gratitud hacia su Ilustrísima y hacia todo el municipio turinés por el generoso subsidió que se me concedió el año pasado a favor de los Oratorios para la juventud en peligro, tengo el honor de hacerle notar que habiendo sido ayudado de esa manera pude continuar con esta obra de beneficencia pública y procurar una colocación a un considerable número de jóvenes abandonados los cuales, con mi plena satisfacción, han abandonado el camino del ocio y del vicio y se han dedicado al trabajo”

Agradeciendo la ayuda recibida, Don Bosco pide un nuevo subsidio para hacer frente “al alquiler, a la manutención de los tres oratorios y para ultimar los muchos gastos de la nueva construcción”. Las autoridades del ayuntamiento decidieron, con fecha 11 de diciembre, responder de nuevo positivamente a la petición de Don Bosco y salir al encuentro de las necesidades con 150 liras.

Pero lo importante es el acento puesto en la descripción de la obra de los oratorios. Estos se han fundado “para la juventud en peligro”. Por eso Don Bosco no duda en tildar su obra como de “beneficencia pública” puesto que está al servicio del bien común sacando a “del camino del ocio y del vicio” a los “jóvenes abandonados” procurándoles colocación y dedicándolos al trabajo honesto.

Días más tarde, el 22 de noviembre, escribiendo con los mismos motivos a los Señores de la Pia Opera della Mendicità Istruita añade algunos elementos interesantes, atendiendo a los destinatarios de la carta:

“Con el recuerdo agradecido del subsidio que los beneméritos Señores de la Pia Opera della Mendicità Istruita me concedieron hace tres años a favor de los tres Oratorios erigidos en esta ciudad para recoger e instruir en las ciencias elementales y en la religión a la juventud abandonada y en peligro (…) de nuevo acudo a ustedes rogándoles que tomen en su benigna consideración esta particular necesidad y me sea concedido el subsidio que según su caridad sea posible para promover y hacer posible que pueda continuar con estas obras de beneficencia que miran únicamente al bien moral y religioso de la juventud abandonada y en peligro”.

En estas líneas, el acento está puesto también en lo educativo, moral y religioso del proyecto llevado a cabo en los Oratorios. Motivos más acordes con la finalidad de la institución a las que ve dirigida la misiva. Pero Don Bosco no deja pasar la oportunidad para insistir en que los destinatarios de su obra son, cada vez en mayor número, los jóvenes abandonados y en peligro: “Los jóvenes que participan (sólo en el Oratorio de San Francesco di Sales sobrepasan a menudo los dos mil), en las escuelas dominicales y nocturnas aumentan considerablemente”.

Este es el Don Bosco de la primera hora, consciente de estar llevando adelante una obra por el bien y la salvación de la juventud. No se detendrá ante las adversidades y combatirá con todas sus fuerzas no sólo el malestar juvenil de su tiempo sino las mismas causas que originan una realidad social en la que no todos tienen las mismas oportunidades. Don Bosco, con corazón pastoral, hará palanca sobre realidad social para contribuir a hacer emerger una sociedad mejor donde no siempre pierdan los mismos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo tengo cada vez más claro que D. Bosco fue asistido siempre por la Providencia.
Me maravillo leyendo sus memorias, pero al mismo tiempo soy consciente que tenemos muchos retos actualmente, que para nada ha mejorado la situación de muchos jóvenes, que nos siguen necesitando, que esperan una mano amiga que los guíe, y que les ayuden a salir del vacío que tienen. Un saludo cordial y gracias por adentrarnos en la vida de D. Bosco. Josefa