martes, 22 de mayo de 2012

Será la Iglesia Madre


De Todos es sabido el amor de Don Bosco por la Madre del Señor invocada como Consolación, Inmaculada y – sobre todo -  Auxilio de los cristianos. Así lo vivió desde muy pequeño en I Becchi y así lo transmitió a sus muchachos en el Oratorio cuando María era sentida como de casa, la madre de todos los días que nunca abandona a sus hijos.
En plena madurez de su obra a favor de los jóvenes pobres, pocos años después de los primeros pasos de la Congregación Salesiana, el santo de Turín concibe el proyecto de construir una gran Iglesia dedicada a María Auxiliadora. Será, dirá a sus muchachos, la Iglesia Madre de la Congregación. 
            Pero ¿de dónde sacará los recursos? Como reconoce una noche de 1862 a uno de sus muchachos, Pablo Albera, “No tengo un centavo, no sé de dónde sacaré el dinero, pero eso no importa. Si Dios lo quiere se hará”.
            Una vez más el sueño y la confianza. Una vez más la tenacidad ante proyectos que parecen inalcanzables para quien tiene entusiasmo y buen ánimo pero los bolsillos vacíos. Y sin embargo, el soñador está cierto de que la empresa se llevará a cabo  porque “el Señor lo quiere”. Como si de un pacto con la eternidad se tratase, Don Bosco ejecuta sus “negocios” al dictado de un proyecto que parece rozar lo sobrenatural. En aquel mismo año de 1862, Juan Cagliero – otro de sus chicos del Oratorio - , confiesa que Don Bosco le habló de su proyecto. Su testimonio quedó recogido en las Memorias Biográficas:

“En 1862 me dijo Don Bosco que pensaba construir una iglesia grandiosa y digna de la Virgen Santísima.
-       Hasta ahora, dijo, hemos celebrado solemnemente la fiesta de la Inmaculada. Pero la Virgen quiere que la honremos con el título de María Auxiliadora: corren tiempos muy tristes y necesitamos que la Virgen Santísima nos ayude a conservar y defender la fe cristiana. ¿Y sabes por qué?
-       Creo – respondí – que será la “iglesia madre” de nuestra futura Congregación, y el centro de dónde saldrán todas nuestras obras a favor de la juventud.
-       Lo has adivinado, me dijo: María Santísima es la fundadora y será la gran sostenedora de nuestras obras”.

Y así fue. En 1863 comenzaron las obras y en 1868 se consagraba la nueva Basílica dedicada a María Auxiliadora. Como Don Bosco dijo en muchas ocasiones, la Virgen pensó a que llegara el dinero necesario. Naturalmente no sin grandes esfuerzos por parte del propio Don Bosco.
Milagro o no, lo cierto es que la audacia en el emprender grandes proyectos y la certeza de la ayuda divina, impulsaban el trabajo de nuestro padre que no se ahorró – sin embargo - fatigas y sacrificios para salir al encuentro de la Providencia.

“No tengo un centavo…”. ¿Cuántas veces se repetiría esta escena? Es el destino del pobre que todo lo espera y que ha decidido fiarse de quien en sueños susurra caminos nuevos por los que caminar con audacia y con una pizca de temeridad. 

domingo, 13 de mayo de 2012

Una mujer extraordinaria


Dicen que un santo arrastra a otro santo. Lo cierto es que el Espíritu hace su trabajo en el corazón de las personas y en no pocas ocasiones la santidad es contagiosa. Me he preguntado más de una vez qué pudo sentir Don Bosco cuando conoció, casi por casualidad, a una mujer extraordinaria en un pequeño pueblo del Monferrato llamado Mornese. Una joven despierta, con una gran fuerza de arrastre y que transparentaba a Dios en cuanto decía y hacía. Sin duda, pensaría Don Bosco, extraordinaria esta Maín.
María Mazzarello hizo de su vida un canto a la providencia de Dios que está siempre cerca de los pequeños y de los pobres. Una mujer profundamente creyente que supo hacer de Dios el centro de su vida y de su historia. Se sintió amada y escogida y no dudó en responder con todas sus fuerzas a la iniciativa de aquel que le había amado primero. Forjada en la dura vida de los hombres y mujeres del campo, con una tenacidad propia de quien sabe aprovechar y desarrollar todos sus recursos, supo cultivar en la sencillez de la vida cotidiana una espiritualidad de hondas raíces y muy pegada a la realidad de cada día.
De mirada larga, cultivó la amistad con el Señor e hizo crecer en su corazón una fuerte unión con el Dios de la Vida, como están unidos los sarmientos a la vid. Y dio mucho fruto. En la originalidad de dones que el propio Espíritu le concedió, María Mazzarello se puso manos a la obra y con una caridad apostólica de hondo calado fue instrumento del Señor para las jóvenes de Mornese a quienes implicó y comprometió en un servicio educativo-evangelizador con las niñas y jóvenes del pueblo.
Respiró el mismo aire de Don Bosco y cuando se encontraron, ambos descubrieron enseguida que estaban delante  de alguien a quien el Espíritu había tocado de manera especial. María Mazzarello sintió que Don Bosco era un Santo, pero Don Bosco experimentó también la grandeza de aquella mujer campesina que hablaba de Dios con familiaridad y con una profundidad inusual. Recorrieron juntos el camino  hicieron grandes cosas. María, fiel a la llamada de  Dios, consagró su vida al Evangelio con el estilo salesiano que en ella se hizo femenino creativa y originalmente.
Su vida y su obra nos interrogan y comprometen. Fiel al Señor, supo responder con generosidad a su llamada ¿Y tú, te sientes llamado por el Señor? ¿Cómo estás respondiendo a su llamada? Madre Mazarello, tras las huellas de Jesús, inspirada por Don Bosco, nos invita a vivir unidos fuertemente a la vid y decir “si” a un proyecto apostólico que nos conduce al amor.

            Lo dicho, una mujer extraordinaria.